miércoles, 5 de marzo de 2014

De cómo funcionan las televisiones en este país



Cuando empecé a hacer cine (joder, parece que ha pasado una eternidad) las televisiones de este país se tomaban la molestia de visionar una película si le interesaba el tema, los actores o su director, por no hablar de la productora (que para el caso que voy a contar no importa, ya que quiero referirme a proyectos independientes de verdad). Hoy día, si llamas a cualquier canal explicándole que has hecho un largometraje o un piloto para una serie y que te gustaría venderla, te dicen que no te preocupes, que la mandes a este o ese personaje de turno para que valore el contenido y evalúe las posibilidades de que pueda encuadrarse en la cadena, pero (esto es tan cierto como que la Tierra es redonda) nunca ven el material a menos que lo mandes por recomendación o respaldado por un productor importante; eso si lo ven, porque, en el caso de estar con alguien, antes de visionarlo ya saben que van adquirir los derechos de antena sí o sí; esto sólo en el caso de que el productor importante, ese alguien, haya entrado en el proyecto después de su arranque, que si no el tema ya queda arreglado antes incluso de la preproducción. Lo que a mí me gustaría es que se negasen a verlo de antemano aduciendo la realidad de la industria y la situación; sería más digno y no haría perder tanto tiempo a tanta gente. 

¿Por qué cuento esto? Muy sencillo: la otra noche un amigo mío tuvo un encuentro muy simpático (por no decir cabrón) con el jefe de cine de una de las cadenas más poderosas de España. Otro colega en común (que no tiene nada que ver con el cine), le presentó al directivo de marras (un señor que pasó de ser jefe producción a productor con plenos poderes por razones que desconozco o no quiero contar), durante una cena. Se encontraban en un local de moda, en Madrid (Serrano, si queréis más datos), y la noche acabó en un bar que también está de moda, casualmente (un bar de precios prohibitivos, selecto, frecuentado por triunfadores de todos los ámbitos, fantasmas, fulanas a la caza o ricos, donde se va a ver y ser visto y donde a mí, todo sea dicho de paso, también me gusta ir de vez en cuando, sólo si tengo el chichi para farolillos y las cuentas saneadas, que no es siempre...). Mi amigo acaba de producir y dirigir una película de bajo, muy bajo presupuesto (ciento cincuenta mil euros), que es buena y que merece un gran respeto por su calidad técnica y artística. Al coincidir con este gran directivo (yo, dicho sea de paso, lo conozco hace la friolera de once años), mi amigo pensó que se le presentaba una oportunidad que no podía desaprovechar. Aquel tipo podía ayudarle a colocar su película, a rentabilizar su inversión (ahora mismo mi amigo tiene hipotecada su casa y un local que heredó de sus padres) y a empezar con buen pie en una industria que según él lleva mucho tiempo negándole sus méritos. Pues bien, nada más lejos de la realidad. 

El gran directivo escuchó todo lo que mi amigo tenía que decirle, y luego, muy correcto, le explicó lo que he aducido antes: no hace falta que le mande un montaje final del film porque resulta imposible que adquieran los derechos de admisión de una película si no ha sido producida por tal o cual o ya están los dichosos derechos vendidos de antemano. ¿Por qué?, preguntó mi amigo alucinado. Si algo está bien, piensa él, puede comprarse y emitirse. Ese es el ciclo lógico que debería seguir la televisión y sus premisas. Y yo también lo pienso, porque en la televisión hay mucha mierda y te la hacen tragar a cucharadas te guste o no, y no pasa nada. La cuestión aquí, de una forma u otra, la respondió el señor productor con claridad y precisión: NO PODEMOS VERLA PORQUE NO. EL SISTEMA ES ASÍ. NO LO HE INVENTADO YO. TENEMOS UNAS DIRECTRICES Y HAY QUE SEGUIRLAS HASTA EL FINAL. ¿Y si la que quiero presentar es una de las mejores películas de todos los tiempos?, inquirió mi amigo exasperado. Bueno, dijo el señor productor, nunca lo sabremos... a menos que puedas contar con un respaldo a nuestra medida. No quiero desanimarte, le dijo el gran directivo, pero deberías buscarte un productor serio y solvente, alguien que pueda entrar en nuestra cadena sin problemas... Mi amigo, que es muy tranquilo, se quedó pensando un rato, sin saber cómo tomarse las palabras de su interlocutor: como un insulto (¿él no es solvente ni serio cuando se lo ha jugado todo por el cine y ha trabajado con grandes profesionales y buenos estudios de pospo?) o como una chanza. Yo, sinceramente, me siento indignado por él. Si pudiera, le ayudaría. Conozco al señor que le presentaron, ya lo he dicho antes sin nada de orgullo, y aunque ha estado metido en proyectos de los que yo he formado parte personalmente, nunca ha sido santo de mi devoción. 

Es lamentable que ocurra esto. Vivimos en un país de cachondeo, en el que todos son amigos o amantes o entonces no hay nada que hacer y a tomar por culo todo. Ya sé que generalizar es malo (yo he llegado a vivir de esto sin prostituirme demasiado, la verdad; o eso pienso yo...), pero uno se enerva cuando le cuentan según qué cosas. Aquí nadie se preocupa por nadie, y da lo mismo que puedas ser el nuevoStanley Kubrick, que puedas dirigir una peli como Terciopelo Azul o que sepas más de cine que la mayoría de productores y distribuidores del país (os sorprendería conocer el nivel cultural de la gente que maneja los hilos de la industria cinematográfica española, más de lo que podéis llegar a imaginar)... aquí importa lo que importa: esa suerte de hermandad en la que difícilmente puede meterse el hocico e intentar algo, por pequeño y humilde que sea. Y antes ya lo he dicho, no conviene generalizar, pero, sinceramente, antes era más sencillo. Antes había gente que se molestaba en escuchar, en dar oportunidades, en disfrutar de un descubrimiento. Si yo tuviese que empezar a hacer cine hoy día, con este panorama desolador desplegándose ante mis ojos, estaría acojonado. Acojonado de verdad. Porque me cuesta ver futuro más allá de los cuatro de siempre. 

Hubo un tiempo en el que, pobre idealista, pensé que llegaría un día en el que podría ayudar a la gente que viniera después, pero... no sé, sólo puedo decir que aun no lo he conseguido y que, verdaderamente, dudo que me permitan hacerlo al paso que voy, al menos en lo que se refiere a mi manera, que es la que me interesa viendo el percal, y no en plan financiero, para llenarme los bolsillos produciendo una bazofia que no pueda saltársela ni un torero. En esta profesión, poco a poco, y aun consiguiendo vivir de ello, vas perdiendo la ilusión, te consumes... Al principio todo es increíble, rozas el éxito (y cuando digo éxito me refiero a ganarte la vida decentemente con este trabajo que tantos persiguen infructuosamente) y te crees que todo está bien, que ya no volverás a sufrir, pero no es así. Todavía queda mucha mierda que tragar, por ti y por los demás. Porque tengo muchos amigos a los que me gustaría ayudar y no puedo. Más madera, que es la guerra, como diría Groucho, pero, qué queréis que os diga... Al cabo, el auténtico problema es que vivimos una suerte de dictadura silenciosa en la que no se nos permite unirnos ni crear nuevas plataformas con las que afrontar la industria desde otros puntos de vista, y eso es lo que ha jodido el cine español, que, por mucha calidad que tenga, no llena las salas. Porque nadie confía en nuestro cine. Y eso, amigos míos, es un drama.

2 comentarios:

  1. ¡Hola! ¿Qué tal?

    Leyendo tu última entrada, me da la impresión de que capto por donde van los tiros, lo que nos quieres contar. Aunque puede que esté equivocado, no pertenezco al medio y sólo tú sabes bien de los tejemanejes que estás hablando.

    Pero vamos, que a mí me suena a contubernio judeo-masónico... Jejeje... Quiero decir, que toda iniciativa digna o creación artística de calado parece que esté siendo acorralada por una alianza en la sombra. Una alianza entre el poder económico y determinada ideología "aborregadora" (palabra que acabo de sacar del horno). Diría que no quieren que las personas que forman la ciudadanía real tengan acceso a cualquier vehículo de pensamiento que les saque de la ignorancia y les haga más sabios en muchos ámbitos de la vida cotidiana.

    Eso, naturalmente, de paso os jode a todos los creadores. Aquí se habla de cine, pero lo podríamos extender a la literatura, al teatro, a la música e incluso a la creación plástica.

    Acallar cualquier voz de un mínimo calado didáctico permite anestesiar la capacidad crítica de cualquier ser humano. Por ello en la televisón y en el cine (medios de difusión muy poderosos) hay mucha mierda que nos hacen tragar a cucharadas en cuanto bajamos la guardia. Es una sutil forma de manejar voluntades. Ahora te puedes explicar por qué en este país, a pesar de su pésimo estado socioeconómico, nadie la monta bien gorda.

    La mierda es muy útil si se emplea de la forma correcta. También es muy rentable. Es barata de producir y sin embargo produce pingües beneficios. Ya que para el espectador es mucho más cómodo apoltronarse en cualquier butaca, poner el cerebro en piloto automático y meterse entre pecho y espalda horas y horas de Sálvame o cualquier entrega de la saga Torrente, por ejemplo. Y en cuanto cualquiera se descuida, ya está en estado zombie. Y los del contubernio lo saben. Así que matan dos pájaros de un tiro: Sacan pasta a raudales de la forma más eficiente posible y tienen a la peña apaciguada.

    Todo este tocho viene por esa gran frase que el gran productor le dijo a tu amigo: "NO PODEMOS VERLA (la película) PORQUE NO. EL SISTEMA ES ASÍ. NO LO HE INVENTADO YO. TENEMOS UNAS DIRECTRICES Y HAY QUE SEGUIRLAS HASTA EL FINAL". Esas directrices saben hacia donde disparan.

    Nosotros perdemos culturalmente y vosotros perdéis en vuestro trabajo. Una carambola que a la larga interesa mucho a unos pocos.

    Espero no haber resultado farragoso y no haberme desviado del tema de fondo que subyace en tu post. Saludos cordiales.

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    1. Hola, Francisco.

      Sí, muchas veces todo parece parte de una gran conspiración contra el talento y sus manifestaciones, que no son pocas y pueden darse en cualquier parte del mundo (a menudo, por desgracia, donde pueden hacerse muchas cosas menos crear)... pero no, en realidad, llamarlo así se me antoja demasiado rimbombante. Creo que se trata de algo mucho más simple: falta de visión, de ganas, de amor... Como siempre, en España destacamos por nuestra gran cultura (hemos sido los más grandes del globo y míranos ahora, gobernados por señores que ni siquiera pueden comunicarse correctamente en inglés), y por ello no tenemos muy claro (o eso me parece a mí) de qué va la historia. Bastaría con mirar atrás, ver un puñado de películas dirigidas por la que entonces se llamó generación de los mocosos del cine: Coppola, Scorsese, Hopper, Spielberg, de Palma, Ashby ... y así podríamos darnos cuenta de que la industria necesita una regeneración como la que llevaron a cabo los antes mencionados con pequeñas películas que cambiaron el cine para siempre. Aquí, te la meten doblada con series para marujonas y películas de amiguetes y, hala, todo arreglado...

      En el teatro y, por ejemplo, el arte (la pintura), pasa algo bastante similar. El teatro comercial en Madrid, por ejemplo, es bazofia controlada por cuatro empresarios que a duras penas han visto alguna representación de Valle-Inclán (no, no estoy de broma; son cuatro y conozco personalmente a dos, y estos dos son la incultura y la horterada personificada... en fin, esa es otra historia). La cuestión es que ahora, con el PP, la cosa ha empeorado aun más; Rajoy y compañía son los reyes de la incultura y estoy seguro de que disfrutan más de Sálvame o de la biografía de Belén Esteban que de el último Javier Marías, a quien dudo que hayan podido leer alguna vez (por falta de luces, más que nada). Así que, yo pregunto: ¿cómo podemos mejorar los ciudadanos a cualquier nivel cuando los que mandan son el colmo de la ignorancia?

      De una forma u otra, Francisco, te diré que todos esos programas como Sálvame y algunas series cuestan auténticas barbaridades, más que muchas películas. Y sí, supongo que su rentabilidad se basa en la poca actividad mental que exigen y las facilidades que permite ver algo en el sofá de casa. A pesar de eso y de muchas mierdas más que esta mañana lamentablemente no puedo enumerar por temas laborales, te diré que en los últimos tiempos están dándonos todo demasiado mascado; es una sensación que tengo en el cine, cuando voy a ver películas de estreno en las que no hace falta pensar lo más mínimo. Es como si, en vez de para personas, hubiesen sido pensadas y realizadas para ovejas.

      Creo que deberían quitar las butacas de las salas y acondicionarlas mejor, cubriendo el suelo de hierba o paja o cualquier detrito comestible, no sé... así al menos nos ahorraríamos las palomitas.

      Saludos

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