Me llama una amiga para explicarme cómo el director de
la función teatral en la que está trabajando ha intentado propasarse con ella a
los dos días de empezar con los ensayos. Semanita de lecturas, de hacer mesa, y
luego al turrón... El director es bastante conocido en Madrid, no goza de
prestigio a nivel artístico pero trabaja sin parar. No tiene talento, al menos
a mi juicio, aunque se lo monta bien y a la hora de currar es correcto. Además,
siempre aprieta los sueldos al máximo en beneficio del empresario, nada que ver
con los actores, que a su lado siempre salen perdiendo. Como es de suponer, no
mencionaré su nombre. Estaría bonito que no utilice el mío para luego nombrar a
segundos y terceros; lo cual no significa que el gilipollas merezca
sobradamente que la gente sepa cómo se las gasta con sus actrices. Casualmente, hubo un tiempo en el que dicho señor, a
quien me referiré en adelante como Mengano, y yo mismo, nos veíamos con
asiduidad. Nunca hemos sido buenos amigos, pero hace años coincidíamos en
fiestas y estrenos a menudo y no pocas veces acabábamos tomando algunas copas, consumiendo
la madrugada mientras hablábamos de esto o aquello e imaginando una posible
colaboración que siempre he declinado por inapetencia.
Un detalle interesante: Mengano es desagradable
físicamente. Ya sé que por normal general los directores no somos la
encarnación de la belleza ideal, aunque Mengano es… difícil de ver, como diría
un colega de los buenos tiempos con el que trabajaba en Televisión Española,
cuando un servidor era la última mierda y empezaba a pelarme el culo currando
sin parar. Quizás, si a mi amiga (una mujer realmente guapa, de esas que
mejoran con los años, adaptándose a la madurez como un animal que acaba de ser
puesto en libertad después de haber nacido en cautiverio) se le hubiese
insinuado Brad Pitt, la cosa habría sido distinta, pero no ha sido así, en este
caso el honor lo ha tenido Mengano, cuya interminable lista de fracasos
amorosos podría llenar las páginas de varios tomos. Tener un coño en la frente
es jodido, porque no piensas ni ves con claridad. El sexo es una de las cosas
más extraordinarias que existen, pero no puedes convertir tu vida en un drama
dejándote esclavizar por él. Sé que el tema del físico no debe distraer en esta
cuestión tan seria, pero, ya que estamos, nunca viene mal usar unas cuantas
cuñitas para apuntalar mejor la imagen que podáis formaros del caballero del
que estamos hablando y que tan preocupada tiene a mi amiga.
El problema, creo yo, es que no se puede pretender
follar a través de favores o simplemente por dar un trabajo. Eso es acoso. Y en
el mundo del espectáculo suele darse con más frecuencia que en otras
profesiones. No voy a negar que yo mismo he tenido relaciones con actrices
cuando ambos estábamos trabajando en un mismo proyecto (sobre todo en el
pasado, ya que siendo segundo de dirección o auxiliar de cámara puedes ocupar
la mente con otras cosas que la película y estar más al loro con las periquitas…
¿loro y periquitas en una misma frase?... Joder, parece que tenga una
pajarería…), aunque a mi favor diré que nunca he forzado la situación. Dos
personas pueden sentirse atraídas estando en un bar o preparando una escena, lo
mismo da. Mengano, sin embargo, siempre ha intentado que la influencia de su
enclenque figura tuerza los acontecimientos en su favor y difumine sus
defectos. Hace años, estando casado con una vedete de tercera regional (sí, en
plan Pajares y Esteso, pero a lo chungo), el amigo Mengano tuvo problemas con
una muchacha menor de edad. La cosa no fue a mayores (imagino por las
habladurías que la sobornó), pero le colgaron el sambenito y ya no hay quien se
lo quite, como mínimo en los círculos más cerrados de la profesión. La chica,
que tendría unos diecisiete años, estuvo a punto de denunciarle, y, aunque no
lo hiciera, se encargó de extender rumores terribles acerca de Mengano. Ocurrió
hace años, más de veinte, y muy pocos se acuerdan, ni siquiera yo a voz de
pronto, francamente (se oyen tantas cosas que uno difícilmente puede tener toda
la información disponible en la mente), pero hoy, a causa de la llamada de mi
amiga y un rápido repaso de los hechos y algunos recuerdos, me ha venido a la
cabeza esa historia que creía olvidada.
Lo importante aquí es que, aun teniendo en cuenta que
a mi amiga no le han tocado un pelo y toda la historia ha quedado en
insinuaciones y algo de presión encubierta, el tema es más serio de lo que
puede parecer a simple vista. Mi amiga está segura de que, una vez firmado el
contrato, no podrán echarla, aunque le preocupa la incomodidad que supone
ensayar durante más de un mes con un señor que lo único que quiere es tirársela
entre bambalinas. El problema está en los tiempos que corren, en la puta
crisis, en el paro… porque si antes era complicado ganarse la vida actuando,
ahora es casi imposible, y nadie, absolutamente nadie, está en disposición de
rechazar un papel, por malo que sea. Mi amiga, sin ir más lejos, llevaba más de
un año sin trabajar y más de una vez ha estado a punto de cambiar de profesión.
Ama actuar, lo siente tanto como respirar, aunque por cada actor que triunfa
mil se derrumban en el intento. He conocido a muchos jóvenes aspirantes
llegados a Madrid desde todas partes con la convicción de que nada ni nadie
podrá con ellos, chicos y chicas que, después de ahorrar con sudor y sangre
para sobrevivir en la capital, están preparados para la gloria… la mayoría
regresa a casa y empiezan una nueva vida alejada de sus sueños.
No siempre es así. Unas semanas atrás, en un estreno,
tropecé con un señor al que no veía hacía años fuera de la pantalla o la
televisión y al que conocí en la barra de un bar, sirviendo copas. Este año ha
sido uno de los protagonistas de una de las películas más importantes del año y
ha empezado a lo que suele llamarse estar de moda. Es una gran persona,
simpático a rabiar, y también buen actor. Le ha costado mucho, pero ha llegado.
Yo, personalmente, me siento contento por él y estoy convencido de que muy
pronto trabajaremos juntos. Como Mengano y otros famosos directores por cuyo
beneplácito muchos se dejarían arrancar una mano o un brazo, no intentaré
tirármelo… aunque otro quizás sí lo haga en el futuro, nunca se sabe… Porque no
es ninguna novedad, como se ha dicho antes, especialmente en el país de la
picaresca, donde algunos dinosaurios de nuestro cine ya hacían pagar
peaje a estrellas que en aquel momento no pasaban de ser uno más. Hablo de
muchos y muy conocidos, algunos muertos, otros en inactivo… Igual que los
productores, harina de otro costal pero con necesidades parecidas a los
directores.
Hablando de esto me vienen casos sonados a la
cabeza, aunque no creo que hoy sea el día de contarlos. Llamaré a mi amiga y, con
la excusa de que es viernes, iremos a dar una vuelta y tomaremos unas copas,
para que se relaje y evada un poco, que nunca está de más. Para eso están los
amigos. Y a Mengano que le den por el culo, que seguramente le gustará.
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